domingo, 6 de mayo de 2012

Batalla Nocturna

1. Un carro blanco estaba detrás de nosotros, tus labios se acercaron precipitadamente a los míos y no me dio tiempo de decirte “Minoséque la cochera se debe limpiar cada 3 minutos”. Alguien tocó la puerta, me miraste con desesperación, te limpiaste las manos con un trapo sucio y abriste. A tu regreso, me encontraba sentada en la parte trasera de un pointer color rojo, las miradas se cruzaron y dijeron mucho más que nuestros labios, sólo imaginaba como se sentiría el roce de tus brazos en mi cintura y la forma en que te acercarías…tu calor.

2. Ven, acércate. No esperes mis palabras…mis labios…mis labios… Algo camina por mis labios. La oscuridad repentina propia del primer parpadeo me cegó, pero me hice más consciente de la comezón de mi labio inferior y una gran roncha. Escuche su zumbido que fue una declaración de guerra, Don Mosco hizo de las suyas. No repare en levantarme, encender la luz y guiándome por el molesto zumbido buscar a aquél que se atrevió a interrumpir mi gran beso. No te encuentro…

 3. …pero ¡te encontrare! Y cuando lo haga desearás no haber abierto una sola vez tus mil ojos, y mucho menos haber probado mi sangre. Te esperare con mis seis ojos bien abiertos y la luz encendida, aguardare que te encuentres demasiado cerca donde pueda atraparte y por fin ¡asombrarte con un zarpazo!

4. El sueño me venció en un intento por decirle a Minoséque que regresara y por fin me rodeara con sus brazos, sin dudarlo te aprovechaste de mí y en venganza a mi perverso plan me picaste en uno de mis tantos ojos, mi parpado creció a niveles insospechados. Dudaste de mi palabra, ¿acaso crees en el karma?, porque no sabes que bajo la manga tengo un arma de cuatro letras.

5. RAID plaquitas y “noches tranquilas”, tu lo pediste Don, yo no puedo hacer nada más que dártelo y bien dado. Heroicamente, con un ojo a medio ver, un labio hinchado, una comezón terrible y la impotencia de no poder rastrear tu zumbido conecte el dichoso aparato.


Milagrosamente quince minutos después ya no escuche ninguna de tus molestas trompetas, no pude sentir el gran beso por más que trate de hacer mío de nuevo aquel sueño, pero el triunfo completo llego al ver tu cadáver al día siguiente.

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