La imposibilidad de decirte cómo me siento.
Siento que es mejor no hacerlo,
me aferro al hilo de
mi boca a tu cintura,
se ha vuelto rígido, la carne dura.
Entonces dices,
“sigue soñando con el encuentro del amor,
ese hombre no te quiere como yo,
que las estrellas no importan,
pero la biodimensionalidad sí”.
Lo que importa es la carne, el calor, la violencia y que
estas aquí. Arriba, abajo, sin perder el ritmo. Más rápido zorra. No pares porque no importa
en cuantas ciudades te corriste y recorrí.
Cuantas ciudades están debajo y encima de nosotros,
eso no importa.
“El hilo tensor” dices.
Y sigo porque
quiero ver una ciudad llena de luz imposible:
Barro blanco.
Es nula la posibilidad dice.
Sostiene mi cabeza para no escuchar
los ruidos y las luces,
el silencio.
“Quédate quieta,
tu cuerpo ya ha hecho todo”.
Aguanta más, regresa, eres mi
animalito esta noche; las esquinas no te soportan en medio de tanta bulla. Soportar
tu sabor.
Pero yo quiero encontrar una
ciudad donde los edificios tengan el corazón muy grande y de color morado. Una
ciudad sin historia donde las memorias no existen. Si terminas entonces
terminaré también mi viaje. No quiero ser libre.
Termino sin encontrarme (encontrarte), he recorrido ya los
pabellones de tu piel, bebido las sales de tu mar.
Y te digo que ya no quiero, que me voy. Con las puertas cerradas
no escuchas, pero tengo que soportar tus ruidos,
tus ventanas
tu
ineptitud
tu satisfacción.
No regreses, recortaré esta noche de todo el universo. Lárgate
de mí. Despréndete de mi cuerpo, la sabana se ha vuelto una prisión y tu calor
me asfixia, siempre el exilio me ha dejado sin aliento.