sábado, 11 de agosto de 2012

Noche en guerra



Tengo pólvora entre los ojos y en el corazón una bala; los días han sido largos y por eso he permanecido escondida. Entonces apareces; te veo con claridad. Traes tu cabello despeinado, el saco roto, el pantalón gastado, tus brazos ardientes, la camisa a cuadros y siempre el revólver listo para el ataque.
Acércate, ayúdame a luchar contra lo injusto de la soledad y el miedo. Hagamos frente a nosotros mismos. Quiero que explores el terreno, toca toda mi piel rebelde, apaga mis ideas con tus palabras sucias, cargadas de fuego. Ya siento tu virilidad, tu corazón disparando. 

Despierta la María con un revolver escondido; “armaremos la revolución”, me dices, comienzan las caricias en mi cuerpo húmedo, mis pezones apuntan en dirección a tu cielo; siento tus músculos sosteniéndome, abrazando mi cintura; te envuelvo con mis piernas y no escucho más que el tiroteo de tu aliento que va en aumento.

Te siento con mayor fuerza. El calor de tu ritmo enciende la pólvora que se ha extendido sobre mí. Apuntas con mayor violencia y rapidez. Quiero sentir tu triunfo en medio de mis piernas. Cada vez más rápido y luego más lento. A mi capricho te dejo conquistarme; entonces vislumbro tu rostro justo en el punto en que te estremeces. Mi mano libre aprieta las sábanas y escondo mis gemidos en la almohada y el revólver bajo mi cama, guardo las balas en todo mi cuerpo y desapareces cuando abro los ojos. 

Estoy amotinada bajo las sábanas.