Abordó el tranvía 1103 un día de
Abril. Nuevamente y con esmero, vacío el contenido de su bolsa. Sacó el labial,
el rímel y el lápiz color negro, recordó que hace un tiempo no deseaba verse
bella, se miró en el espejo de bolsillo y con mucho cuidado delineó sus labios.
( - Te quiero
pero no cómo tu a mí.
¿Por qué si la esencia es la
misma?)
Utilizó el sacapuntas desgastado
para afinar la punta del lápiz, por un momento imaginó en los rollitos de
madera la vida. ¡Cuantas vueltas daba en espiral y qué diferentes eran! Alzó
las cejas para poderlos pintar mejor.
( - Escúchame bien, esto es una aventura.
¿Por qué no sólo me dejas quererte?)
Rizó sus pestañas, pasó el rímel
por encima y debajo, definiéndolas. Alejó el espejo y observó la diferencia que
reflejaba su rostro, se percibía más seria, menos cansada, con un ánimo escueto
y tranquilo. Se impresionó al no poder ver el reflejo habitual. ¡Cuánto había
crecido su cabello!
( - Te lo regalo, cómo muestra de mi cariño.
¿Sólo esto merece mi
devoción incansable?)
Abrió su cartera con cuidado, uno
a uno contó los boletos de viajes anteriores, escudriñó en los orificios y no
encontró nada. Se repetía constantemente “no puede ser, no puede ser” ¿Dónde lo
habría dejado? Colocó su celular en el asiento vació que se encontraba a un
lado, junto con un libro, la cosmétiquera y la cartera.
( - Mi mujer y yo partiremos
mañana.
¿Eso es culpa de un instante en qué falle?)
Cerró su bolsa, por un momento mantuvo
la esperanza de encontrarlo de nuevo, tal vez no buscó bien, pensó que el
cansancio es engañoso, que la monótona dinámica de las relaciones a veces nubla
la vista. Apretó sus parpados y contó:
uno, dos, dos y medio, cuarto para las tres, ya casi las tres, ¡tres!
( - Pero podemos ser amigos.
¿No te parecen suficientes los que tengo?)
“He perdido el interés, lo he
perdido todo”. Murmuró cuando observo cómo el cigarro se consumía en el cenicero, entonces, comprendió que lo que
todos llaman “calma” existía.
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