Me suicidaron todos los abandonos
de mi vida. Uno tras otro fueron cómplices, asesinos violentos de la palabra “intentarlo”.
Nací mirando despacio, con la letra M en la frente, tratando de memorizar cada
instante. Y cuando crecí toda la gente dice, cuando me percaté del lugar dónde
me encierro, la gente.
Dice: Muerte es vida
silencio
sexo
No hay forma de ser tu propio verdugo, siempre
se necesita alguien más, créeme. No es el qué haces contigo, si no ¿por quién
lo haces? Mis abandonos, queridos sayones robustos, plasmaron las letras E y L en mis ojos. De esta forma se aseguraron que
no pudiera ver lo que hay y siempre quiera ver “más ………………………………………………….…………………………………... allá”. En ese instante.
Dicen: Después de la
muerte
y el sexo,
el silencio.
No hay nada después de todo, y el
todo de los hombres es el amor y la muerte. Me suicidaron dulcemente mis
abandonos, me entregué a la bebida y me
dejó, compartí la cama con muchos, ahora ella me repudia. Me dejaron otra vez,
antes colocaron en mis oídos unos aretes con las letras A y N, un delgado hilo
de sangre recorrió mi cuello.
Digo: Amor y muerte
inmensos placeres
grandes sacrificios.
Ni amar, ni vivir: ser nada.
Estoy cansada de intentarlo siempre, quieren que muera, eso es. Termino mi
atuendo con las letras que recolecto del suelo. Mientras las uno, renuncio a
ese inmenso goce que nunca conocí y me preparo para disfrutar lo mínimo y
sufrir en igual proporción. Todas unidas las coloco alrededor de mi cuello,
cierro los ojos, recuerdo los besos, las caricias y palabras que me harán compañía
en la eternidad.
Decimos: Los bellos
suicidios
son los que se pueden
contar.
Contactame, me gustan tus textos.
ResponderEliminarcubiaseditorial@hotmail.com