El hombre que quiero
vino del Sur, lleno de frío, con mucha hambre, recuerdos y arañazos. A penas
despertó, el fuego invadió sus ojos. Conté 476 moretones y 34 cicatrices de
todas sus mujeres; antes de conocer su saliva y su piel conocí su mirada que es
mi perdición. Desde el primer día sus manos me dijeron qué quería. Que quería
sólo jugar conmigo.
Él guarda dentro de
su abrigo dos bolígrafos para manchar mi piel cuando se lo pida y resguarda celosamente
un libro con su nombre. Ayer me sonrió furtivo, en ese instante le reproché las
noches que faltó, le conté como lo imaginaba, cuanto lo deseo.
Toma mi
corazón
Besa
Me los
deseos
Rozó mi mano
discretamente, despertando los poros de mi piel y con ellos la emoción de
volver. Vamos a colorear nuestras pupilas, “Todavía no es nuestro tiempo”, dijo.
“Hoy, las letras nos separan”. Se
apropió de mi mano, caminamos por calles solitarias, dejamos que el tiempo no
pasara.
*
Quería sólo jugar
conmigo, pero cedió. Se dio cuenta que los momentos que recolectamos y
guardamos en un cajón sí servían. Los utilizaba en las noches vacías, los leía
cuando no bastaba su calor. Aún no me despierto y ya está en mis labios, tengo
sus ojos enterrados en mis manos, hago todo lo posible por arrancarlos pero no
puedo; son tantos que están en mí, en mi cuerpo, demasiados clavos en mis
palmas.
Limpia
mi corazón
Canta
Me tus
delirios
Imaginaba. ¡Cuánto
lo deseo! Juguemos con los corazones atravesados, así de algo servirán. No me
niegues ahora el derecho de alcanzarte, te quiero bonito para colocar tu figura
en la vitrina, rudo para que pelees con las muñecas de porcelana que guarda mi
madre y sucio por las tierras que transitaste.
“El tiempo no
pasará”, dice. Escúchame, las letras no nos detendrán, no te pararán los días
soleados, ni las infinitas estaciones del metro, no haré caso de los reclamos
de mi madre. Nos besamos, me abrazó muy fuerte, acomodamos las nubes para crear
nuestros versos y repetirlos hasta que la Ciudad de México se quede sorda por tanto
ruido.
*
Mancha
mi corazón
Escribe
Me un
poema
Clavos en mis
palmas después de la noche que pasamos juntos. Ayer me coloqué de puntitas al
balcón y aprovechó la ocasión. Entones nuestros cuerpos murmuraron los secretos
de todos los habitantes y su mirada quemó mi sexo. Permanezco junto a él con
las alas rotas y la piel apagada. Todo porque le creí. Volteo. Está a mi lado,
rudo, fuerte, duro, “te lo mereces”, repite. En ese instante aprieto mis manos
para que sus ojos me cuenten sus deseos.
Las tierras
que transitaste en nada se parecen a la
Ciudad de México (que es nuestro corazón), porque nunca había amado tanto y tan
poco, porque logré lo que quería. Lo sé, ya me esperaba desde hace tiempo
también. Vi en sus pupilas la luz que me hacía falta.
Sorda por tanto
ruido me quedé al enterarme que, lamentablemente, el hombre que quiero no es el
que tengo.
*
Extiende tu mirada
Deja
Me cobijar con ella.

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