Tengo pólvora entre los ojos y en
el corazón una bala; los días han sido largos y por eso he permanecido
escondida. Entonces apareces; te veo con claridad. Traes tu cabello despeinado,
el saco roto, el pantalón gastado, tus brazos ardientes, la camisa a cuadros y
siempre el revólver listo para el ataque.
Acércate, ayúdame a luchar contra
lo injusto de la soledad y el miedo. Hagamos frente a nosotros mismos. Quiero
que explores el terreno, toca toda mi piel rebelde, apaga mis ideas con tus
palabras sucias, cargadas de fuego. Ya siento tu virilidad, tu corazón
disparando.
Despierta la María con un
revolver escondido; “armaremos la
revolución”, me dices, comienzan las caricias en mi cuerpo húmedo, mis
pezones apuntan en dirección a tu cielo; siento tus músculos sosteniéndome, abrazando
mi cintura; te envuelvo con mis piernas y no escucho más que el tiroteo de tu
aliento que va en aumento.
Te siento con mayor fuerza. El
calor de tu ritmo enciende la pólvora que se ha extendido sobre mí. Apuntas con
mayor violencia y rapidez. Quiero sentir tu triunfo en medio de mis piernas. Cada
vez más rápido y luego más lento. A mi capricho te dejo conquistarme; entonces vislumbro
tu rostro justo en el punto en que te estremeces. Mi mano libre aprieta las
sábanas y escondo mis gemidos en la almohada y el revólver bajo mi cama, guardo
las balas en todo mi cuerpo y desapareces cuando abro los ojos.
Estoy amotinada bajo las sábanas.
Estoy amotinada bajo las sábanas.