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Esta vez guardaré silencio, me quedaré
arrinconada y escribiré:
“Te regalo mis sonrisas, mis días
tristes que transcurren como si nada, las pupilas que brillaban al verte, mis
esfuerzos por esperar el momento preciso en que me miraras, no como soy, si no
como esperabas. Envolveré tus palabras en papel lustre para que siempre brillen
en mi memoria, los besos que tanto esperé y el eterno abrazo que te robé.
Te doy mis momentos más alegres
de estos últimos meses, los pensamientos que en un Abril contendrán tu nombre y
la paz que tendré. En este frasco deposito mi esencia, úsala en las ocasiones
que más convenga y cuida de no regarla en instantes que no florecerán.
Llévate estas alas rotas, todos
tus reclamos y enojos. Me ocuparé ahora
de tejer unas nuevas, que sean más livianas y mantengan en equilibrio este
cuerpo destrozado. Te regalo nuestros secretos, los guantes de box y una caja
que contiene los versos que escribimos en una tarde soleada.
Te entrego de manera formal mis
ideas cambiantes, destartaladas, hechas un jirón por cada uno de tus besos. Te
concedo, ahora, la gracia de ser un recuerdo y guardarte un cariño
interminable”.
Al día siguiente la encontraron
en el cuarto piso de un edifico, disfrazada de sonrisas y palabras amables.
Mientras él, paseaba por grandes avenidas, sosteniendo la mano de su amante.